Si usted percibe que ya le está llegando el agua al cuello, relájese, imagine que se trata de un fabuloso jacuzzi en un ambiente de lujo y disfrute de sus últimos momentos. Eso sí, por favor, tenga la decencia de ahogarse en silencio no vaya a molestar a otros apacibles soñadores en vías de ahogamiento y nos los soliviante.
¿De qué otra manera puede entenderse el mensaje que nos transmiten las televisiones? Con la que está cayendo -y la que nos caerá- y una enciende la tele por la noche y sólo logra ver programas de ¿famosos? y no tan ¿famosos? pasando ¿penurias? voluntarias en la costa de no sé dónde; ¿famosos? contando sus vidas -y las ajenas- a cambio de un suculento "puñao de parné"; gente paseando y/o viviendo fantásticamente en lugares exóticos -o no-; gente que nos enseña su maravillosa mansión para que podamos arañar el suelo con los dientes (bueno, quizá sea la profesión del futuro: no acuchille su parqué a la antigua usanza, invite a su casa a uno de los miles de pobres del país y se lo acuchillará gratis); señoras cuya única tarea en la vida es preocuparse de sus cuerpos (así cualquiera está espléndida) y gastarse el dinero a espuertas...
Claro que no es que pretenda que nos hablen a todas horas de la crisis, pero entre eso y mostrarnos constantemente imágenes de gente a la que la crisis sólo les toca de oídas, hay todo un amplio abanico de posibilidades. Entre otras cosas porque es cierto que soñar es gratis, pero a la mayoría de los mortales nos toca ganarnos el pan con el sudor de la frente y ya va siendo hora de que lo volvamos a asumir.
Aunque, visto de otro modo, podemos intuir que la crisis llega también a las televisiones. Y es que debe ser más barato enviar a un reportero y una cámara a una casa o, incluso, a otro país que pagar los derechos de un buen programa. Y debe ser más barato pagar a los pseudofamosos que contratar a actores, actrices, guionistas, directores, etc para hacer una buena serie televisiva. Pero se echa de menos una buena programación.
Y fíjense que no pido programas culturales. ¡Dios me libre! Yo también, como mujer y madre trabajadora, llega la noche, y en el remanso de paz que se convierte mi hogar sólo deseo alienarme y... dormir.
Aunque llega la mañana, con sus ajetreos y su realidad y pienso: "¡Contra! Si es normal que haya tanta crisis con tanto nuevo rico bambando a sus anchas, lógico que los viejos ricos quisieran acabar con la competencia. Pero es que entre unos y otros y los que se supone que mandan es demasiado peso para las pobres espaldas de los que estamos abajo".
Y así, entre trabajo y trabajo, vuelve de nuevo la noche y, con ella, la súplica a quien corresponda de menos circo y más valores para poder ganarnos el pan.