jueves, 16 de septiembre de 2010

Víctimas del sistema

Tengo, desde hace mucho tiempo, una teoría: el sistema sólo quiere mediocres -o de mediocres para abajo, como se quiera-.
Hace ya mucho tiempo que nuestro sistema educativo, en aras de la universalización de la enseñanza, causa absolutamente loable y necesaria, optó por bajar el nivel de exigencia argumentando que, de esa forma, todos, tuvieran los estímulos que tuvieran, podrían acceder a unos contenidos mínimos y obligatorios. Lo que no encontraron, quizá porque no buscaron bien debido, en mi opinión, a la falta de interés, es la fórmula para que aquellos alumnos más avanzados o más capacitados pudieran aprovechar el tiempo empleado en su formación de manera acorde a sus posibilidades, con lo que, a la larga, la sociedad entera se beneficiaría.
El problema se agravó a medida que ampliábamos nuestro concepto de "enseñanza obligatoria" y creímos que todo el mundo debía acceder al BUP porque si uno hacía FP era inmediatamente considerado ciudadano con bajo coeficiente intelectual. Más tarde, se hizo necesario que todos los estudiantes cursaran una carrera universitaria, no fuera a ser que se dudase de su capacidad intelectual...
Pero, francamente, ni todo el mundo está capacitado para realizar estudios superiores (ya sé que lo que digo es políticamente incorrecto pero me da igual), ni todo el mundo está capacitado para reparar un coche, por poner un ejemplo. Y, desde luego, se ha hecho más que evidente desde hace lustros, que nuestro mercado laboral es incapaz de absorber tanto universitario como tenemos.
Y si mezclamos sistema educativo con el factor económico… el resultado es: lo que tenemos. Me explico: por un lado tenemos colegios privados que, lejos de buscar la excelencia en cuanto a nivel académico de sus alumnos, pretenden engrosar las carteras de los dueños y, pintándolo más o menos bonito (en cuanto a gustos no hay nada escrito), atraen a alumnos –y padres- que hacen suyo el dicho de “el cliente tiene razón” y “yo pago para que me aprueben”. Este tipo de institución académica lamentablemente la podemos encontrar en cualquier nivel de enseñanza, desde Educación Primaria hasta la Universidad. Y lo peor es que las entidades públicas encargadas de velar por el cumplimiento de la legislación hacen la vista gorda porque mientras haya gente que libremente acude a esos centros, se dispersará la población en edad estudiantil y, por tanto, no se verán en la obligación absoluta de dedicar fondos a construir y dotar de material a los centros públicos. Y por otro lado, al menos en el ámbito universitario, dado que hay tanta competencia entre Universidades, porque la sociedad que permite que sus jóvenes sean lo suficientemente maduros para salir con quien y hasta cuando deseen, no considera que sean lo suficientemente maduros para salir de casa antes de los treintaytantos y por tanto exige que en cada esquina haya una universidad para que los nenes no se tengan que desplazar, decía que, como hay tanta competencia y reciben fondos públicos en función del número de alumnos, también han ido abandonando la política de la búsqueda del prestigio que, francamente, en una sociedad del mínimo esfuerzo para el máximo rendimiento como es la nuestra, no tiene futuro, por la política de captar alumnos que deseen acabar con un título sin demasiado esfuerzo.
Con todo, tenemos un país con un número increíble de titulados universitarios que permite a los políticos empavonarse con la frasecita de que nunca nuestros jóvenes han estado tan preparados, como si la obtención de un título fuera hoy en día garantía de buena preparación, pero con un analfabetismo funcional que es más que preocupante y un nivel cultural que asusta.
Pero nada de esto es fortuito. Mi teoría es que estaba perfectamente planeado desde hace mucho, mucho tiempo, como en los cuentos.
Y es que al sistema no le interesan los mejores. No quiere formar intelectuales que se conviertan en gente con criterio (también llamados vulgarmente “moscas cojoneras”) que pongan en tela de juicio las actuaciones de quienes mandan o gobiernan, que no permitan semejantes tejemanejes y sobre todo, ya que estamos con la ley del mínimo esfuerzo, que les pongan en entredicho o les obliguen a cultivarse.
Y así, el fracaso escolar en gente con un coeficiente intelectual alto es impresionante y se debe al aburrimiento. Lo realmente peligroso es que, como los chavales son inteligentes y les dejan demasiado tiempo para pensar y muy poco aliciente para pensar en algo productivo, se dedican a pensar maldades y molestar en clase a los pobres mediocres.
Algunos logran escapar, con sangre, sudor y lágrimas de tan indeseable destino y logran finalizar estudios superiores destacando siempre por unos excelentes resultados académicos. De estos conozco unos cuantos, pero me referiré a dos de ellos. Sin embargo, y una vez finalizada con sobresaliente éxito su formación, se encuentran las puertas laborales cerradas –o entreabiertas, que no sé qué es peor, porque se les exprime al máximo por nada-. Si todo fuera como debe ser, esto no resultaría un problema, porque, por lógica, los talentos deberían quedarse en el ámbito universitario (centros de saber) para que siguieran investigando y analizando para que nuestra vida de simples mortales fuera cada vez un poco mejor. Pero tampoco es así. Porque nuestras Universidades cuentan con pocos fondos para la investigación y por tanto ni siquiera pueden pagarles un sueldo digno para que se queden. Y los mejores, nuestros mejores, de los que deberíamos sentirnos orgullosos porque son nuestros aunque no ganen copas del mundo, se ven abocados a la nada y la frustración.
Y no hay derecho. No es justo que a los mejores se les reserve el peor de los futuros. Yo sí estoy orgullosa de ellos y exijo que se les coloque en el lugar que merecen y que tengan acceso a una vida digna, como la de cualquier otro ser humano.

1 comentario:

  1. Umm... adecuado el análisis. Lo que ya no estoy de acuerdo es en eso de que el ámbito universitario sea un centro de saber. Esa es la teoría, pero en muchos casos hay demasiadas personas en la universidad que se acercan a ella exclusivamente por la comodidad del trabajo; esa comidad que les permite compaginarlo con otras actividades profesionales. Evidentemente estos "tipejos" abandonan completamente su sentido crítico (si es que algún día lo tuvieron), y no se van a poner a criticar el sistema de evaluación del profesorado. Ese sistema al que le importa una mierda la calidad de la docencia y que permite que personas cuya dedicación y compromiso dejan mucho que desear queden impunes año tras año. Ese sistema que sólo evalúa la producción científica, que en la mayoría de los casos es auténtica bazofia generada al amparo de ayudas públicas a investigaciones sin sentido.

    Esperemos que la cosa cambie algún día... pero lo dudo. Siempre quedará la mejor opción: huir de España. Los jóvenes que estuvimos formándonos en los años de orgía inmobiliaria, mientras veíamos cómo descerebrados conducían coches cada vez más potentes, no estábamos en principio empeñados en huir. Pero parece ser que España sí que estaba empeñada en no dejarnos ningún hueco en la sociedad. Si algún día nos necesita, lo más seguro es que sea demasiado tarde y tendrá que echar mano de los NiNi's. Ajo y agua.

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