domingo, 5 de junio de 2011

La mujer del César

Si a la mujer del César se le exigía no sólo que fuera honrada, sino que lo pareciera, no entiendo yo por qué a los dirigentes actuales, se les permite -les permitimos- seguir siendo el César sin siquiera parecer honrados. ¿Qué extraño meteorito ha caído en la tierra que nos ha hecho volvernos tan laxos en materia tan seria?
En mi, a todas luces, anticuada opinión, si a un cargo público le acusan de falta de honradez (recordemos que la honra la dan las personas, es la opinión favorable que los otros tienen de uno), debiera en ese mismo momento dimitir de su cargo (puesto que ya no puede representar a quienes opinan desfavorablemente de él), dejar que investiguen (no sé yo a qué cuento tiene que continuar existiendo en los tiempos que corren la figura del aforado) y, caso de demostrarse que habían levantado falso testimonio contra él, cargar con toda la ley contra el autor de las falsas acusaciones, sobre quien debiera caer todo el peso de la justicia de manera ejemplarizante para erradicar el "Difama que algo queda". Y si fuere verdad que había actuado deshonrosamente, que también caiga sobre él ejemplar castigo.
Creo yo que sólo de esta forma se podría recuperar la fe en lo políticos y arreglar el desaguisado mental que tenemos. Pero, ahora que lo pienso, ¿importa en algo o a alguien esto? Supongo que no. Ellos viven bien allá en el limbo terrenal donde estén y nosotros, en nuestro ancestral intento de "arrimarnos a los buenos" envidiamos su privilegiada situación y no la condenamos porque, con la mano en el corazón, reconocemos que si estuviéramos en su lugar, haríamos lo mismo... Y así nos va.
A ver si va a ser éste otro de los síntomas del fin que predijeron los mayas y que tantas veces en la historia hemos podido observar: una sociedad que alcanza su plenitud, se relaja en la autocomplacencia, pierde los valores... y muere.

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