lunes, 20 de junio de 2011

Mensaje a mi (hada) madrina.

Porque a veces la vida viene torcida y eso imprime carácter. Porque, como la vida golpea primero, golpea dos, tres, cuatro, cinco… y hasta mil veces, pero tú te has levantado siempre altiva, desafiante. Porque el refrán miente y a veces Dios –o la vida– sí que ahoga y tú sigues luchando para quedar sólo inconsciente. Porque nos has enseñado la verdad más absoluta: que esta batalla la tenemos perdida desde el primer segundo de vida y hay que luchar hasta el fin por retrasar al máximo lo inevitable sin dejar de ser fieles a nosotros mismos. Porque tienes fuerzas para parar un tren y vendes tu vida muy cara, que se joda si te quiere. Porque jamás he oído de tus labios ni una queja o un lamento, ni un comentario gazmoño ni una mística resignación sino que siempre le plantas cara a la vida, la coges por los cuernos y lidias con lo que te venga sin emitir más sonido que el de la rabia por no levantarte todo lo rápido que quisieras tras cada embestida.
Porque siempre te has sido fiel y quien te quiere siempre te encuentra. Porque nunca has perdido tu norte y ha sido fácil encontrarte. Porque tú eres tú y siempre has sabido que merecías el mismo respeto con que tratas a los demás y no te ha dolido prendas el exigirlo. Porque siempre has ido con tu verdad por delante, sin dobleces ni falsedades.
Porque te conozco desde que recuerdo, casi desde que abrí los ojos y siempre has estado a mi lado aunque nos separaran cientos de kilómetros. Porque te he admirado desde que sé que existes y siempre he deseado ser como tú. Porque siempre he imaginado fascinante y cautivadora tu vida secreta, esa de la que nunca hablas. Porque tus ojos han visto tantos lugares, tu piel ha sentido tantos climas, tu alma ha registrado tanta sabiduría antes de cada regreso que, cuando te escucho, oigo todas las voces pasadas, presentes y futuras tamizadas por el sentido común.
Porque has ejercido como nadie de madrina. Porque me quieres y me respetas por cómo soy y siempre lo he sentido así aunque nunca lo hayamos hablado. Porque desde siempre sé que no te puedo defraudar. Porque siempre has estado orgullosa de mí, hiciera lo que hiciese, aunque no hiciese nada. Porque sé que contigo no van la ternura ni mucho menos las cursilerías. Porque las cosas del corazón, el corazón las siente. Porque siempre has encontrado la palabra o el gesto justo. Porque has recorrido todos los kilómetros que nos separan para estar conmigo en cada momento importante de mi vida.
Porque me da la gana, porque éste es mi blog y escribo en él lo que quiero, porque yo no heredé la aridez de la meseta castellana y si me apetece ponerme tierna, me pongo (pero, tranquila que soy mesurada y no voy a hacerte sonrojar), porque tampoco hay que tenerle miedo a las palabras y hay que llamar a las cosas por su nombre. Por todo eso y por mucho más que me callo porque tú y yo ya lo sabemos:
Te quiero, Rosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario