El silencio de la noche inunda el hogar. Mientras los ojos de la madre ceden al cansancio, la ternura se instala en su corazón. Se acerca sigilosamente a la habitación del hijo para espiar su sueño. La luna ilumina levemente el rostro del niño. La madre lo mira, se sienta a su lado y le acaricia mientras se cobija en la placidez del sueño del hijo. Sonríe y cierra los ojos recorriendo con la yema de sus dedos la cara y el pelo del pequeño que también sonríe en sueños.
Entonces, ambos, madre e hijo, viajan juntos a los momentos dulces que tejieron su amor.
Entonces, ella descansa de la madre que debe ser y vive la madre que quiere ser.
Preciosisimo. .. en este no hay porque... en este es la realidad de un sueño palpable. Bello bello
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