lunes, 4 de enero de 2016

LAS REYAS MAGAS

      Recuerdo aquel diciembre de 2008. Mi hijo mayor, que tenía, por aquel entonces, cuatro años, nos contó al salir del colegio que ese día habían estado allí las Reyas Magas. Nosotros, perplejos e ignorantes de lo acontecido, contestamos normativamente explicándole que el femenino de rey es reina, por tanto debían haber ido las reinas magas. Él nos contestó sin inmutarse y con cierta condescendencia que habrían sido reinas si fueran vestidas de mujer, pero dado que estas mujeres iban vestidas de hombre, no eran reinas sino reyas. Ante tal alarde de sentido común lingüístico nos quedamos sin palabras y sin saber qué había pasado en el colegio.
      Dos días más tarde se celebraba la fiesta del AMPA para celebrar la Navidad y el profesor de nuestro hijo se nos acercó para darnos la foto que se había hecho la clase con los Reyes Magos que habían ido aula por aula. Entonces lo entendimos todo: tres madres del AMPA se habían disfrazado con ropas de los Reyes Magos, para recoger las cartas que los niños habían escrito en clase. Le contamos al profesor lo que nos había dicho nuestro hijo que ahora cobraba sentido y él nos preguntó, mientras nos daba la foto, cómo era posible que se hubiera dado cuenta si las señoras habían puesto la voz gruesa. En la foto posaban ellas, rodeadas de niños, todos mirando a la cámara. Todos menos nuestro hijo que, con la cabeza ladeada, miraba fijamente a las Reyas Magas.
      Los niños no son tontos, por mucho que pensemos que sí.
      Otra anécdota que ilustra nuestra necedad de adultos, ocurrió días más tarde, de camino a la cabalgata de los Reyes. Nos dirigíamos hacia el recorrido cuando nos cruzamos con un chico. Mi hijo, al que llevaba yo en brazos, casi le saca un ojo cuando, le señaló emocionadísimo y gritando: “¡Mira, mamá, el rey Baltasar!”. El chico, aguantó la risa como pudo y, en actitud solemne que siempre agradeceré, inclinó la cabeza saludándonos. Sin embargo, cuando, ya en el recorrido, apareció ante nosotros la carroza de Baltasar, mi hijo se quejó: “Es un hombre blanco pintado de negro”. Menos mal que ya había visto al verdadero huyendo de la escena del crimen.
      Miren, ya lo siento, pero es que yo soy muy respetuosa con las tradiciones, de hecho he dedicado más de un tercio de mi vida a estudiarlas, y las cosas son lo que son y como son. Los Reyes Magos son tres varones: Melchor (de piel y barba blanca), Gaspar, (de piel blanca y barba castaña) y Baltasar (de piel negra y sin barba). Y en este país viven los suficientes hombres de piel negra como para no tener que pintar a ninguno; y hay los suficientes hombres como para no tener que disfrazar a ninguna mujer de hombre.
      Cambiar la historia o las tradiciones no nos va a hacer más modernos ni menos machistas, sólo más desubicados y algo bobos, porque poner reyas en vez de reyes tiene el mismo efecto que poner una sanjosesa o un virgenmarío.
      Hubo reinas en Oriente, y no se disfrazaban de hombres para serlo. Hablemos a nuestros hijos de ellas. Contémosles que existieron, qué hicieron para ser famosas, por qué la sociedad patriarcal, temerosa del poder que podían tener las mujeres, intentó que cayeran en el olvido o en el desprestigio.       Recordémosles que, si no caminamos cada día hacia la igualdad, podemos retroceder hacia épocas pasadas y oscuras, épocas en las que la mujer no podía actuar en representaciones públicas y por eso La Moma es un hombre (más o menos igual de ridículo que una reya ¿por qué repetir la tontada?). Pero no les ocultemos el pasado, no se lo cambiemos porque entonces nuestros hijos no sabrán de dónde vienen ni el camino que se ha recorrido hasta llegar aquí.
      Y sobre todo, no creamos que los niños son tontos, porque no lo son. Pero, claro, ésta es sólo mi opinión.

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