Me encogí de hombros y guardé el cigarro.
Era muy guapa. Me llamaron la atención sus ojos verde oliva.
-¿Estás sola? -ataqué.
Ella clavó sus ojos en los míos.
-¿Puedo sentarme? -insistí.
-Estoy esperando a un amigo.
-Pues me parece que se ha olvidado de ti.
-No -se limitó a responder y bajó la mirada de nuevo hacia su libreta dando por zanjada la conversación.
La misma maldita seguridad que Gimeno en aquel tajante "no".
-Llevo toda la tarde observándote. Él no vendrá.
-Vendrá -dijo sin mirarme.
-Trabajo en el periódico -dije cambiando de estrategia-. Esperas a Gimeno. Le ha caído un marrón.
Había vuelto a llamar su atención.
-A saber cuándo acaba. Te invito a cenar y luego volvemos.
-No, gracias. Estoy bien.
Sonrió y volvió a enfrascarse en su escritura.
Me fui de allí. Me senté al otro lado de la plaza, protegido de las miradas por la oscuridad que proporcionaban los árboles y los setos que había en la esquina entre el edificio municipal y el museo. Desde allí podía verla y controlar, a la vez, la puerta del periódico sin ser visto.
Gimeno salió cerca de las once. Cruzó con calma la plaza y llegó a la mesa en la que aún seguía la chica. Se saludaron, pagaron y salieron por la esquina opuesta a la que yo todavía ocupaba. Salí de la penumbra cuando estuve seguro de que no podían verme y los seguí.
Mmmmm, la cosa se pone interesante!
ResponderEliminarPues espera a ver cómo acaba la noche...
ResponderEliminar