domingo, 8 de mayo de 2016

LOS OJOS VERDE OLIVA VII

Apuré el café, pagué y, cuando pasaba cerca de la mesa que ocupaba la chica de los ojos verdes, me detuvo un colega para felicitarme por el artículo que acababa de salir en el periódico. Mientras lo comentábamos, mis ojos se escapaban a cada poco para encontrarse con los de ella.

-Disculpe, señor -me dijo cuando me despedí de mi colega-, ¿es usted periodista? ¿Trabaja en ese periódico? -Preguntó señalando con la cabeza el edificio de enfrente.

Asentí.

 -¿Le conoce? -Inquirió mostrándome una fotografía.

Noté cómo la sangre se me atoraba en las venas, cómo las preguntas se agolpaban en mi garganta sin que lograran ordenarse para salir, cómo el corazón se me encogía y brincaba desbocado. En la fotografía estaba ella, quizá algo más joven que cuando la conocí. No llevaba la gorra y los rizos rubios caían sobre sus hombros. Sonreía pícara y feliz. Era tan hermosa...

A su lado estaba...

-Se llama Lucas, es periodista y trabajaba ahí -escuché a lo lejos, desde 2016, pero su voz no logró rescatarme del pasado.

¡Gimeno! Sí era él. Estaba más joven que cuando empezó a trabajar, pero tenía esa misma mirada que prometía muchas vidas y sus ojos sonreían mientras la miraban de reojo. Había tanta complicidad entre ellos. Estaban enamorados el uno del otro.
Quizás ellos aún no lo sabían, pero era evidente para cualquiera que los mirara.

De repente, otra voz, esta masculina me arrancó de 1991 y me dejó caer de golpe en la realidad del día que había empezado antes de entrar en el café.

-Hola, cariño, ¿has descubierto algo?

Parpadeé intentando detener la inercia del mundo. Un hombre se había acercado a la mesa y se había inclinado para besarla en la mejilla. Era aproximadamente de mi edad. Vestía elegante pero informal. Debía ser más alto que yo y era muy atractivo.

-Le estaba preguntando ahora mismo a este señor. Es periodista y trabaja ahí. O trabajaba.

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