Hacía siete meses que se marcharon a Galicia y le extrañaba tanto...
La gente a su alrededor miraba las pantallas y corría de un lado a otro. Ella sonreía y esperaba.
-¡Abuelita, por fin has venido! ¡Qué ganas tenía de verte!
El niño se le abalanzó abrazándola. Al separarse, le vio la herida en la cabeza.
-¿Duele, cielo?
-¡Qué va! Fue una inocentada. Ven, tengo mucho que enseñarte. Esto te va a encantar. ¡Vamos, corre! -dijo tirando de ella.
-Ya voy -reía-. ¡Cuidado, que me vas a tirar!
El pitido que había estado sonando en sus oídos hasta ese momento se detuvo. Hora de la muerte: quince y trece minutos.
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