jueves, 2 de febrero de 2017

LA VIRGEN DE LA CUEVA

      Hoy me siento feliz. Llueve. Llueve con conocimiento, pero llueve. Y llueve lo suficiente para que la gente lleve paraguas. Yo no, ya sabéis (quienes no recuerden mi aversión a los paraguas pueden leer por qué aquí). Así que llueve y me siento feliz. Y eso que hoy tenía que salir a la calle en varias ocasiones y, como tenía que ir a un acto de conciliación y a una visita con un cliente, tenía que ir elegante. De manera que ahí me teníais esta mañana, con mi falda y mis zapatos de diez centímetros de tacón, caminando por la calle bajo la lluvia, sin paraguas y con una sonrisa de oreja o oreja.
      Algunos pensarán que estoy algo loca –y no digo que no–, otros quizá, que me preocupa la sequía y el medio ambiente –que también–, pero se equivocan, no son esas las razones de mi alegría por la lluvia de hoy. En realidad llevo toda la semana esperando y deseando que lloviese hoy jueves, dos de febrero. Incluso, por si el actual gobierno de España tiene razón, me he encomendado a los santos y he puesto velas. Incluso cuando esta mañana he salido de casa antes de las ocho y he visto que un sol radiante amenazaba con salir, yo no he perdido la fe y he empezado a cantar como una posesa “Que llueva, que llueva, la virgen de la Cueva”. Y mis oraciones han sido escuchadas. Por eso, cuando he visto caer las primeras gotas de lluvia, he estallado en júbilo y me he puesto a caminar por la calle con mi sol particular sobre la cabeza, sonriente y feliz, esquivando con más facilidad que nunca las malditas varillas de los paraguas ajenos, probablemente gracias a mis taconazos que logran que mida casi 1’90m y pocos paraguas llegan a la altura de mis ojos, mientras el agua bendita caía sobre mi cabeza empapando mi estiloso peinado.
      Y es que hoy es la Candelaria, y ya lo dice el refrán de mi tierra: “Si la Candelaria plora, hivern fora; si la Candelaria riu, torna-te’n al niu”. Y yo, la verdad, es que estoy ya un poco harta del invierno. Que sí, que llegó tarde, pero llegó; que frío, frío ha hecho durante poco tiempo, pero poco más y nos helamos; que ha llovido tres días, pero nos hemos inundado los tres; que todo lo que queráis, pero ya me apetece calorcito. ¡Qué diantres! La verdad es que me apetecen mis 40º a la sombra para estar en mi temperatura ideal, pero como soy condescendiente con el resto de mortales que no tenéis entre vuestros ancestros a ninguna lagartija, pues me conformo con calorcito. Una temperatura que me permita tomar el sol en una terraza, poder ir sin medias de ursulina o pantalones con botas, sentir los rayos de Lorenzo sobre la piel…
      Y ya lo voy a conseguir, je, je. Hoy ha llovido. Y yo me siento feliz.
      P.D.: Mañana es san Blas, así que dejaré de toser y de estar afónica.

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